lunes, 11 de julio de 2011

Ya te supere (:

Hace más de cinco años la conocí.
Era un día triste,  en una fiesta triste, con aroma a cigarros y música de Belanova.
Un gran gorro color morado que ocultaba el intenso rojo de su cabello, y una bufanda color vino que era opacada por aquella enorme sonrisa.
¿Cómo te llamas? Fue su pregunta, “Serás mi novio” fue su sentencia.
El felices para siempre solo duro un año, comienzo a pensar que “para siempre”, esta sobre-estimado.
Se llamaba Mónica, y su apellido era… su apellido era “perfecta”.
Nos presentamos tomando café, pero realmente nos conocimos cuando ella se fue de mi lado.
Odiaba a Frida Kahlo, amaba el color verde, le encantaba la pintura, detestaba las amarguras y siempre tenía una excusa.
Le encantaba mojarse en la lluvia, era adicta a la cafeína, amante del helado de fresa y estaba en contra de los trabajos de oficina. Detestaba la escuela por ser solo una”pérdida de tiempo para el espíritu artístico”.
Adoraba a los animales, era fanática de la trova, su vicio era sonreír, y siempre le encanto sacarme a bailar.
“Soy pésimo bailando”, me excuse la primera vez que fuimos a una fiesta juntos.
“¿Y?, yo voy a bailar contigo, así me pises y me patees”, me dijo con una amplia sonrisa en su rostro.
Era una mujer triste que cada día luchaba por hacer a cada persona sonreír. Saludaba a los extraños, adoraba a los niños.
No fumaba, pero le encantaba ver a las personas fumar.
“Yo pienso que una persona se define, por la forma en que sostiene un cigarro”, me dijo viendo a una mujer que sostenía el cigarro como mujer de cabaret.
Disfrutaba las montañas rusas, se reía de los chistes tontos, los cuales, en muchas ocasiones, no entendía.
La lectura era parte de sus paciones, y era defensora empedernida de los poemas de Benedetti.
mi táctica es 
quedarme en tu recuerdo 
no sé cómo ni sé 
con qué pretexto 
pero quedarme en vos”
Me lo dijo al oído aquella ocasión, después de decirme que se iba a marchar.
Son en noches como estas cuando su recuerdo escapa de mí, en forma de suspiros y sollozos de aquel niño cobarde que sigo siendo.
No era un ángel, no era una diosa, no era perfecta.
No era “Elena”, tampoco Afrodita.
Su nombre era Mónica, su cabello era rojo, sus ojos verdes tan llenos de vida, su voz tan armónica, y su risa tan estruendosa, solo tres veces la vi llorar… pero en el final, solo sonreía.
Yo soy Isaí, y no soy más que la suma, de la gente con la que he crecido, soy tonto, soy torpe, irresponsable, necio, y sin ella, y sin ella no estoy completo.

Al igual que a cada pareja, algo se encargo de terminar con lo nuestro.
No fue la costumbre, no fueron peleas, no fue alguien más, no fue la distancia, no fui yo, ni tampoco fue ella…
Cuando alguien se casa, se suele decir… “Hasta que la muerte los separe”…
Sin necesidad de casarme conozco y entiendo el significado de esa oración.
Su nombre era Mónica, y tenía un defecto llamado leucemia.
Y se marcho de mi lado, dejándome solo, de rodillas, con el corazón en las manos y derrotado.
Soy un “Romeo”, que dejo ir sola a “Julieta”, que no la abandono, pero no se atrevió a acompañarla en aquel viaje del que jamás volvió.
Sigo aquí gracias a ella, a sus palabras, a su epitafio…”No te rindas”, me dejo escrito en una carta oculta entre las hojas de un libro de Mario Vargas Llosa.
“Sonríele a la vida sin importar lo que pase, ríete del mundo como si supieras algo que ellos no, búrlate de las personas, saluda gente nueva, vístete de negro los domingos, fuma hasta quedar afónico, dibuja hasta que te duela la mano, piensa que los perros hablan, imagínate un sol verde.
Haz lo que te dé la gana… solo… no te rindas.”